lunes, 25 de mayo de 2009


Pongamos que salgo de Madrid
por María José Soriano

Van quedándose atrás las torres-hormigueros y los aparcamientos de las grandes superficies dónde infinitas hileras de coches aguardan como tumbas de guerra anónimas que les alimenten el capó hasta atiborrarlo de plásticos repletos de globalización, que les ocupen los asientos seres ahítos de abalorios inflacionados hasta corroerlos oxidándoles la vida.

Va pasando un paisaje estéril que va devorando el secano fértil con ladrillos adosados a cuentas especuladoras mamadas en recalificaciones desde sillones municipales.

Va alejándose la ciudad mientras que el cielo se cierra y el aire se hace gris y densa la calma que contiene una tarde de perros abandonados y húmedos.

Va acercándose el paisaje que aguarda impaciente enlucirse de verdores lubricados en los aguaceros que se presienten y que espera con anhelos de amante satisfecha la acometida que se le viene…


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