miércoles, 5 de agosto de 2009


Penélope

Con sus cuatro cositas entre las que no estaban ni la rueca ni el telar, desprovista de oropeles, Penélope se embarcó. No le esperaba la gloria de una batalla, ni la custodiaban guerreros consagrados en hazañas épicas ni siquiera se hizo acompañar de sus fieles esclavas. Un comerciante de baratijas que izaba sus velas en dirección contraria a la epopeya, la aguardaba. Estaba tan hermosa! Desprovisto de velos su rostro, se le alumbraban los ojos de un verdor tan intenso que parecían reverdecerle de deseos acumulados.

La mañana limpia le despertaba emociones retenidas. Aquella mañana en que el esposo le susurraba tibias palabras desprendídas de su voluptuosidad satisfecha. Cuando apenas se había silenciado la música de las fiestas nupciales y los cuerpos amantes sudaban los deseos cumplidos, Ulises le anunció su partida. Le brillaban los ojos de yelmos y de espadas, le balanceaba el ánimo de duermevelas de asedios y batallas, los cantos de sirenas se traslucían en sus palabras…volveré.

Volveré, tres sílabas para anunciarle un destino, para abandonarla dejándola retenida , para seguir su rumbo a una Itaca lejana . Los dioses lo habían alumbrado para la gloria, embellecido de laureles heroicos, tejido de ardides olímpicos, estaba hecho de lo que se hacen los héroes, de odiseas hacía sus sueños de eternidad no compartida. A ella le reservaba el gozo de haberla amado que debería colmarla y acompañarla tejiendo como las olas un destino que cumple su rutina limpiando en la blanca arena las huellas de otras vidas.

Lo amó como se ama a los héroes, adorándolos y temiéndolos. Amó su belleza en un cuerpo medido a cinceles, esculpido a ritmos de números divinos, y que acorazaba su textura bajo mármoles a estatuas destinados Tuvo que venerar lo que no la había alcanzado, las caricias que no la tocaban, las miradas que sólo se destinan a la historia , los besos que sólo queman honores y famas en la posteridad que era a quién él amaba.

Temió más que su ira, la soledad al que unos versos eternos lo abocaban. Saldría a buscar lo que nunca espera engañado por dioses, cíclopes y sirenas que lo alejaban, lo alejaban…

Ella le dio lo que él le había demandado, una noche nupcial de virgen consagrada. Fue y gozó como hembra hermosa pero nunca esposa. Escupida después de amada, se alejó desvaneciéndose en los humos de una hoguera que Ulises divisó a lo lejos pero cuyos presagios no adivinaba. Penélope sacudió las madejas, apartó la rueca y deshizo la espera, corrió decidida agarrándose al coraje, rechazando a cualquier pretendiente que la encubriese en su gloria, su vida sería de ella.

Era joven, hermosa, comenzaría su Odisea…Y embarcó. Cada primavera había subido a ese barco donde Calixto iba mostrando sus mercancías desvelándole los misterios que guardaban: caracolas que encerraban sonidos mágicos, cristales que iluminaban en todos los colores, enigmáticas geometrías incisas en rojizas vasijas, amuletos de dorados cobrizos y aquella manzana de brillos solares que Calixto afirmaba, había recogido del mismísimo jardín que la diosa Hera cultivaba en la tierra más fértil y hermosa de occidente. Y cada primavera renacía escuchándolo, mirando al hombre que la tenía sin retenerla, que la colmaba sin poseerla, que le descubría la hermosura en lo que miraban, en las palabras que los enlazaban, en las miradas que los enhebraban, en cada recodo que doblaban…Era sólo un hombre que la amaba y amándolo doblarían tempestades, cabos o bahías soleadas, descenderían en puertos lejanos, navegarían ríos de plata o recorrerían paisajes yermos coloreados de malvas atardeceres, los despertaría una delicada niebla que guardaría sus abrazos y caminarían la vida absorbiéndola paso a paso…

Era su Odisea, dejaba un hijo que no confió a los sueños de Atenea y olvidada una leyenda hilada en una rueca que giraría la espera del héroe que navegaba hacia su Itaca.
MJ
que cada viaje sea vuestra Odisea...

















lunes, 27 de julio de 2009

atención al cliente



Una va por los caminos y el corazón va haciendo su ruta. MJS

domingo, 19 de julio de 2009

De "Lo que mira el corazón". Ascensión Márquez Rubio.


En su retorno a la nada
una paloma negra
pasó rozando tu cuerpo
y te arrebató la palabra.
Y voló hacia el mar.
Mar y Vida.
Paz y Alas.
El mar se preñó de palabras
y te arrancó de la nada
a la existencia sonora.
La paloma volaba
enredando sal en sus alas.
Y ya no era negra.
Ya era blanca.

sábado, 27 de junio de 2009

Noches cómplices

Momentos sin esquinas
Sin pasado sin presente
Ausente de mi yo que me ubica,
me encaja
me fatiga
vivo a ras de agua,
sorteo las olas
no busco certezas,
me dejo vivir… vivo.

A todos, gracias...
a las palabras, a los versos...vida
a los anfitriones, besos cómplices.
MJ.

viernes, 19 de junio de 2009

EL TÍO RODRIGO por Juan José Juliá de Agar

El tío Rodrigo era un niño viejo. Su cabeza redonda hacía juego con su cuerpo. La punta de la nariz y las orejas siempre rojas, como balizas luminosas, contrastaban con el blanco de su tez. Tenía una boca pequeña que se abría no más de lo necesario para comer ya que él nunca hablaba. Sus únicas palabras, como decía mi madre, fueron dos lágrimas que siempre custodiaron sus diminutos aunque profundos ojos negros.
-¡Vamos, niños, que es hora de levantarse!
-Jo, mamá, déjame un poco más.
- Venga, que el tío ya ha hecho de vientre.
Así era. Mi tío se levantaba antes que nadie. Se vestía, encendía la cocina, ponía agua a calentar y, entonces, entraba en el baño. Había un cubo de latón que servía para sacar agua de un algibe. Cada mañana, el golpe que daba el propio cubo al contacto con la piedra del suelo, unido al de su asa que, al volver a su estado de reposo, rebotaba en el latón, producía un campanazo que nos servía a todos como comienzo de un nuevo día .
Todos le llamaban Rodrigo “El Simple”. Pasaría como una persona “normal” si no fuera por su aspecto infantil, por la ausencia de palabras y porque sucediera lo que sucediese, hiciese sol o lloviese, frío o calor, fuese lunes o domingo, desde que yo tuve uso de razón, cada día hacía exactamente las mismas cosas, en el mismo orden y con la misma parsimonia. Su rutina era sagrada y nada en el mundo podía alterarla.
Cómo sería que en mi casa la pregunta era: “¿Qué está haciendo el tío?” Y la respuesta no sólo daba información de la hora exacta sino también de los acontecimientos que proseguirían a dicho momento en el futuro próximo. Y, por consiguiente, de las obligaciones a las que cada uno estábamos atados para que ese religioso orden no se alterase.
Mi tío, como ya he dicho, marcaba el comienzo de cada día. Tras tomarse su café con leche se sentaba en el porche de la casa y, con lejana presencia, se despedía uno a uno de sus habitantes, excepto los domingos y festivos en que era mi madre la que salía para recordárselo. A él parecía no importarle pues continuaba allí el tiempo estipulado y luego se daba su diario paseo matutino por el pueblo no sin antes abrir la puerta del gallinero.
A las once volvía, se lavaba la cara en el pozo y se quedaba allí un buen rato, mirando su reflejo en la superficie del agua. Mi madre sabía que ése era el momento en que la comida debía estar ya casi preparada pues faltaba poco para que todos regresásemos a la casa. Recuerdo un día, debía ser domingo, pues no fui al cole, en el que me acerqué sigilosamente al pozo y vi que lloraba. Él, posando su oscura mirada en mis ojos, me hizo entender que era ese el momento de la autocompasión, de renovar sus lágrimas.
Volvíamos todos de nuestros quehaceres y mi tío entraba en casa, ayudaba a mi madre a poner la mesa y comía. Él siempre comía solo. Después, se sentaba en una mecedora desde la que se veía el comedor y a eso del segundo plato se quedaba dormido. Su siesta era corta, se despertaba en el postre, recogía los platos y llevaba las sobras a las gallinas. Cuando yo salía de nuevo hacia el colegio, él ya estaba sentado en el porche para despedirnos a todos al igual que hacía en la mañana: a mi padre, a mi hermana y a mí. Yo, sentía su presencia que, unida al silencio, se traducía en mi interior en una especie de compasión que se acercaba al cariño.
Cada tarde salía a dar su segundo paseo a la loma del tren. No lejos de casa transcurrían las vías. A las cuatro y veinticinco, día tras día, mi tío Rodrigo se asomaba a ver pasar al viejo Talgo camino de Madrid. Si coincidían, el maquinista hacía sonar su silbato que anunciaba a todo el pueblo que el tren pasaba en hora. En ocasiones el tren se retrasaba y mi tío ya se había ido, decepcionado, hacia la casa. Estos días el tren no pitaba.
A su regreso merendaba un vaso de leche con un poco de pan y luego marchaba al gallinero. Lo limpiaba, les daba su comida a las gallinas, recogía los huevos y lo dejaba cerrado.
Volvía y se sentaba en el porche esperando la hora de la cena. Cenaba él primero antes que nadie y, antes que nadie, se acostaba.
Así un día tras otro hasta que, un atardecer, yo tenía doce años, a mi tío le dio un fuerte dolor en un brazo. Mi padre llamó al médico y esa misma noche murió. Aquellas horas se me quedaron grabadas para siempre. La casa estaba llena de gente. Yo no podía dormir porque una terrible duda me invadía: temía que a la mañana siguiente el sol no supiera amanecer ya que no estaba mi tío para despertarlo. Pero al fin salió y yo dormí tranquilo.
Desde aquel momento la vida cambió. Todo sucedía de una forma natural, sin prisas, sin esa presión constante a la que toda la familia estaba sometida desde siempre. Mi tío, el “Simple”, inocentemente, nos había tiranizado de la forma más sutil. A todos.
Cuando mi tío murió, yo sentí un alivio inmenso, no en el mismo momento sino en los días posteriores en los que el sol seguía saliendo, nosotros nos levantábamos, trabajábamos o íbamos al cole, comíamos, paseábamos, jugábamos, pero sin nada ni nadie que controlara en qué momento preciso tenía que suceder cada cosa.
Yo nunca tuve reloj. Ahora cada vez que veo uno me acuerdo de mi tío Rodrigo, lo observo y al no encontrar ninguna lágrima en su esfera blanca, respiro, pues nada conmueve mi espíritu.

miércoles, 17 de junio de 2009

Estos somos algunos de nosotros...¡Y LA BICHA!

De izq. a dcha. Antonio, Ascen, Belén, LA BICHA, Juanjo, Mimi y Mon.

Tras la cena, leyendo y charlando.

EL TIEMPO EN EL RELOJ por Belén Hernández

Habíamos quedado en vernos en el bar de Duque de Pastrana, sobre las 7 de la tarde. Era octubre.
Hacía dos días que habías vuelto de Cuba, donde habías pasado tres meses con la beca de ingenieros y que, además de iniciarte en la experiencia profesional, te permitió ahondar en la sexual… que tan contento te ponía…. no sé si de forma irremediable, como yo sentía; realista, si aceptaba el momento de tu vida, la edad y el lugar que visitabas; y oportunista, como tú lo habías vivido…. como era lógico por otra parte.

Habíamos empezado nuestra historia en el mes de julio, fortuita y contradictoriamente a la experiencia y a una de mis frases elegidas y que tanto mencionaba por aquel tiempo “en la noche madrileña, amigos, lo que se dice amigos, no se hacen”.
Yo con mis amigas, tú con tus amigos, y salvamos la diferencia vital que nos separaba 4 años, en la que yo era la veterana, realidad de la que por otra parte intentaba olvidarme para no sentirme aturdida, avergonzada, confusa…. qué tontería!!!!... siento ahora con el paso del tiempo.

Y nos volvimos a ver en ese bar a tu regreso. Nos saludamos torpemente, sin saber muy bien cómo hacerlo, qué orden darle a nuestro cuerpo, dónde iría a caer el beso en la mejilla, en la boca o en el aire….

Y empezaste a contarme tu viaje, tus fotos, tus aventuras … y mientras te escuchaba empecé a sentir el irremediable e infinito espacio que había entre nosotros, la distancia, insalvable ya, de nuestras vidas… la pérdida inevitable de mi inocencia.

Y tras mucho rato de tu euforia y pavoneo, por fin, ligeramente, como una pregunta que lanzas al aire y que no te importa realmente la respuesta, me dijiste: … “y tú… ¿cómo estás?”

Y cuando intenté recomponerme de la situación y contarte sinceramente cómo me encontraba, cómo me había sentido esos tres meses en tu ausencia, los miedos, los fantasmas, las realidades, la sensación escasa y presente de que se nos iba de las manos lo que nunca tuvimos, de que se disolvía lo que nunca tuvo mucha importancia…. en ese momento miraste el reloj, mientras yo intentaba abrir mi alma, miraste el tiempo en el reloj con el deseo de que acabara cuanto antes todo ese rollo mío que no sólo no te interesaba, sino que te aburría sobremanera y que además interrumpía tu bienestar, tu intención de seguir pasándotelo a lo grande, que te estaba estorbando mi discurso porque ya no se hablaba de ti, y además te estaba resultando molesto.

Y en ese mismo momento, en el mismo instante en que miraste el tiempo en el reloj, me di cuenta de la gran mentira de tu vida y de mi vida.

Sentí que tú no me mirabas a mí, me mirabas como si yo fuera un espejo, tu espejo, y yo estaba en función de la imagen que te devolvía de ti mismo, nada más que eso te importaba. Y al verlo tan claramente en ti, me di cuenta de que yo estaba haciendo lo mismo, sólo querer que me devolvieras una imagen de mí misma preciosa, ideal exquisita, excepcional, UNICA.

Pero no nos mirábamos, éramos dos narcisistas a la deriva, y lo mejor o lo peor de todo es que no nos importábamos.
Y en ese momento, al mirar tú el tiempo en el reloj me di cuenta de la lección de mi vida, de que eso no era amor, de que amor no es mirarse uno en el espejo que el otro le refleja… sino mirarse a los ojos e intentar comprender al otro desde la historia personal que explica su mundo.
Amor no es mirar el tiempo en el reloj deseando que se acabe el momento en que el otro le abre a uno el alma.

Y desde aquel día… ya no miro el tiempo en el reloj…. porque no llevo.

lunes, 25 de mayo de 2009


Pongamos que salgo de Madrid
por María José Soriano

Van quedándose atrás las torres-hormigueros y los aparcamientos de las grandes superficies dónde infinitas hileras de coches aguardan como tumbas de guerra anónimas que les alimenten el capó hasta atiborrarlo de plásticos repletos de globalización, que les ocupen los asientos seres ahítos de abalorios inflacionados hasta corroerlos oxidándoles la vida.

Va pasando un paisaje estéril que va devorando el secano fértil con ladrillos adosados a cuentas especuladoras mamadas en recalificaciones desde sillones municipales.

Va alejándose la ciudad mientras que el cielo se cierra y el aire se hace gris y densa la calma que contiene una tarde de perros abandonados y húmedos.

Va acercándose el paisaje que aguarda impaciente enlucirse de verdores lubricados en los aguaceros que se presienten y que espera con anhelos de amante satisfecha la acometida que se le viene…


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sábado, 23 de mayo de 2009

EL HOGAR por Belén Hernández

Aquella mañana, te levantaste y me dijiste que te marchabas…. y yo sentí que todo lo que te había visto dudar y afligirte, y empujarte hacia la vida para de nuevo acobardarte, toda esa mansedumbre tierna había desaparecido y ese día, habías tomado por fin la decisión que tanto te había costado, la elección de seguir tu camino, de abandonar lo que hasta entonces había sido tuyo, pero se descolgaba y ya había dejado de serlo, de encontrar tu sitio, tu hogar, tus luces indirectas, tu música, los olores que habrían de definirte desde entonces como propios, impúberes pero tuyos, de ser tú la dueña de tus silencios y de tus locuras, sin interrupciones, con tu permiso a divagar, a oscurecerte cuando así te venía en gana y a iluminarte cuando sentías que el mundo se circunscribía más allá de tus dominios.

Y te vi guardar tus libros en tus cajas, y esa fue la señal definitoria del principio de tu ausencia y mi vacío. Los guardaste, poco a poco, ojeando lo que hacía años te había perturbado o inquietado, las frases subrayadas a conciencia con la certeza de que al cabo de los años, releídas, sabrías cuál había sido la sensación de ese momento, esos recuerdos sensoriales, físicos, anticipados a la elaboración de un pensamiento, que te llevaron a una memoria celular que sobrevolaba más allá de tu aliento.

Y supe que te marchabas, Que ese rincón detrás de la cortina de tu cuarto en el que habías ido acumulando libros, lámparas, manteles, y cualquier utensilio que te sirviera para crear tu hogar, el tuyo propio, no el heredado, el decidido, el elegido, iban a dejar un hueco permanente en mi vida.

Y me abrazaste al salir por la puerta y me besaste…. Y yo tuve la certeza de que ya no volverías a vivir conmigo, de que te marchabas y te atrevías, de que había llegado tu hora porque así te tocaba, inexorablemente el paso de los años se había colado en tus mejillas, en tus fines de semana, en tu empezar a mirar hacia otro lado, como era sano y natural, me decía a mi misma, como tenía que ser, increpaba a mi añoranza…. Pero no conseguí aplacar mi desánimo… y enmudecí. Bloqueada por la angustia y la experiencia enmudecí… sin poder decirte lo que sentía… arrastrada por el miedo al hueco de tu cuerpo y de mi vida, al espacio que ocupas en la casa… enmudecí…sin poder decirte que te quiero, Hija Mía, que tenías que iniciar tu cuento y escribir tu propia letra, que iniciabas tu camino y tu destino hacia tu nuevo mundo y yo tenía que reconstruir el mío propio. Que sabía que lo necesitabas, que era imprescindible, que te ahogas en la historia personal de legados familiares, tan abstractos, arduos, difíciles e incomprensibles, donde el amor se había quedado en los altillos de una historia que a partir de aquel momento pasaba a formar parte de tu pasado.

Y no pude expresarte mi certeza de que crearás tu hogar, con tus cojines, tus velas, tus luces indirectas, tus libros, tus olores, tu espacio necesario para vivir y ser quien ya te sientes.

Y decirte que el hogar se lleva dentro, en las entrañas, en los noes que hemos osado vivir y los síes de lo que hemos ido aceptando. Que allá donde estés, que vayas donde vayas, siempre podrás llevarte una vela, un cojín, un libro, que formarán la atmósfera de calor necesaria para sentirte recogida… que el hogar lo llevas dentro aunque haya cuatro objetos que lo materialicen, y que no es más que eso, no es más que acunarse cuando uno lo ansía, y mecerse cuando uno se recoge. No es más que el domingo cuando llueve, como cuando llueve dentro de uno, y el cigarro que te fumas en la cama.

Y tu hogar eres tú… y es más grande si siendo… eres con otro.

Y esto nunca te lo dije hija mía…

SÉ QUE TU HOGAR SERÁ CÁLIDO

EL VIAJE por Belén Hernández

De telarañas se cubrió la casa del silencio. Donde habita el olvido

Con el transcurso del tiempo se enmohecieron los techos, se cubrieron de polvo los altillos, de lodo las afueras, de negro los cristales.

Y como quien dice adiós a su locura, abandonó el hogar de tantos años… de despertares inquietos, de secretos, de miedos.

Y un día se alejó de aquel lugar eterno, divino, maldito y enojado… empezó a buscar su espacio en otro mundo….más allá del silencio.

Durante veinte años había habitado sus paredes, sus techos… se escondió tras las rabias de los moradores, aprendió que más vale callar cuando uno siente que se le revienta el pecho…. porque no pudo gritar, mejor callar que gritar, mejor callar que gritar.

Y en la casa del silencio vivió la soledad de los heridos, la locura de los necios, la hipocresía de los vanidosos, la mentira de los ciegos…

Y allí, en la casa del silencio, se caló de lo que puede saber y sentir una persona no querida.

Llevaba demasiados años de espesura, de olores ajenos en el hueco que le había pertenecido, de esencias, de perfumes de otras mujeres que nunca llegó a ver y que nadie le había dicho que existieran…. Pero ella las olía.

Y partió.

Era Colombia su destino, el mangle, el gen-gen y la pitaya, el zebiche, el zancoho, el tintico, el ron y las berraqueras.

Se le puso en el alma la certeza de que ese viaje le devolvería el anhelo, la alegría, el ímpetu y el movimiento… porque se había quedado paralizada. De brazos, de piernas, de tesituras. Se transtornó su buen juicio la noche sombría y negra que le trajo la noticia de que su esposo tenía otra mujer entre sus sábanas. Se quedó inerte, desierta, desvencijada. Y esa fue la garantía de tantos años de olores desconocidos

Apagó la vela del decoro, y a partir de ese momento no dijo más que verdades. Se juró a sí misma que no volvería a mentir, a callar, a habitar la casa del silencio, a disimular, a traicionarse, a venderse, a profanarse… que no se prostituiría de nuevo, porque fiel, sumisa, callada y sorda se había prostituido toda su vida… por no decir la verdad, por disimular, por traicionarse… y paradójicamente la vida le devolvía la mentira de su matrimonio, la paralización de su cuerpo, y la lengua audaz y libre que había ido apaciguando desde que era una niña.

Y entonces emprendió el viaje. El viaje a ninguna parte más que a sí misma. Necesitaba ver el mar, bañarse entre las olas desnuda y sin secretos, purificar su locura y su cordura para darle la vuelta a estos dos conceptos tan limítrofes, confusos, relativos y solemnes.

Y se bañó en el Caribe

Y con la ayuda de la vida y un roncito se metió en el mar con el efecto del alcohol y de las olas. Y le salió una voz de dentro verdadera, animal, ancestral, kármika:

Yo, yo, yo yo !!!!!!
al principio con risa yo, yo, yo, yo !!!!!!!
luego con miedo yo, yo, yo, yo !!!!!!!
luego con llanto yo, yo, yo, yo !!!!!!!
luego con susto, con rubor, con horror, con espanto
…. hasta que le llegó la calma:
yo, yo, yo yo

y al tiempo su cuerpo recuperaba el movimiento y la elegancia. Y sin saber por qué ni cómo, sin entenderlo, sin esperarlo, desde lo más hondo de sí misma, como un volcán que expulsa sus miasmas,

GRITÓ SU NOMBRE

Y ahí empezó el viaje verdadero, desde otro sitio, desde sí misma… y descubrió Colombia, donde hay árboles que al reflejo del sol se vuelven plata sus hojas, y que se puede viajar en carretera 2 km como si fueran 30, que la guerrilla se disfraza de policía y viceversa… sin confianza. Que hay cucones grandes y sonoros que le pueden desquiciar a uno los miedos, que huele a selva, a papaya, que en el cielo se ve la cruz del sur y el sol se pone de otra forma… Y QUE HAY OTROS MUNDOS… PERO ESTÁN EN ESTE… y que a partir de entonces ella, los viviría.

jueves, 21 de mayo de 2009

ELVIAJE por MON

El día en que me quedé quieta empezó el viaje.
El viaje fue, entonces, un hoy.Y el instante presente me viajó.
Lo estiré hasta el norte, el sur, el este y el oeste.Ya no era punto cardinal de otros lugares.
No era el norte de nada ni el sudeste de ninguna otra certeza. Solo era el viaje del instante.
Llevaba tiempo deseándolo porque sabía que tras este vendrían muchos más. Pero como pensaba que no requería preparación consciente me dediqué a hacer lo único que sabía que podría funcionar: espantar todos los pensamientos que no fuesen orientados directamente a solucionar algún problema tangible y práctico durante días. Las semanas previas habían sido un período convulso. De deshacer imágenes creadas, certezas de conductas mías y de otros y de romper el sístole y diástole de la armonía fraguada. A fin de cuentas, que yo sabía que recibiría una llamada y sería entonces el momento.
Y así fue.
El martes pasado a las siete y cuarenta y dos me llamó. Zumbaba una abeja cerca de mi rodilla y mayo agitaba la avena loca en el campo de enfrente, donde crecen los acebuches. Allí empezó el primer viaje. Un silencio interior me embargaba, me quedé quieta entonces: mi cabeza vacía de palabras, mi corazón expurgado de sentimientos, mi vientre evacuado de pasiones. Y fue en ese instante presente de viaje en que escuché a la abeja azul. Entre la pata de la mesa y mi rodilla, flotaba en el aire, movida por un hilo del que pendía su torso y lo abaneaba en el eje vertical. Después llegó la avena, nieve al sol brillante, difuminada, toda en una, mecida sin contornos precisos.
En estos viajes no hay un durante el viaje porque en cuanto empieza el durante ya inició otro viaje dentro de este o de su mano, así que todo esto aunque lo cuento en sucesión debéis saber que fue simultáneo.
La música debió entrar por todos los poros de mi piel y de mi pelo, sus notas de insectos, sus claves de brisas,me recorrían, qué digo me recorrían, quiero decir recorrían el viaje que era yo y, por primera vez en todo el mes, mayo sonó: era la mejor pieza de Satie, arrancada de las teclas verdes y blancas de la naturaleza. En aquel instante, de las siete y cuarenta y dos sé que vino Pepe, que es mi vecino, y estuvo a unos centímetros de mí, arreglando el farolillo verde y rojo que pinté hace unas semanas, y claro, no me vio. Yo estaba de viaje, sin líneas a mi alrededor que me perdiesen la pista de todas las maravillas que iba descubriendo de la mano del asombro, la novedad y el vacío que en mí se habían hecho para recibir todo lo externo. Ahí me di cuenta de lo fácil que es hacerse invisible.
El miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo volví a viajar. Del miércoles al viernes sólo uno o dos viajes al día. El domingo viajé veintidós veces. La número seis la recuerdo especialmente. Empezó con la voz, mi propia voz retumbaba dentro de mí y me llamaba con su espectro. Yo estaba hablando con el camarero del Minigolf y le pedía un café. El camarero era moreno, con el pelo sedoso y sus movimientos eran rápidos, confusos. Apenas me miraba, jugaba con un sobre de azúcar y sentí cómo crujía cada grano del sobre entre sus dedos deslizándose para volver a recolocarse en otro lugar en contrapeso. Mi voz, que me sumió en su eco interno, escuchó el resto de ecos que me rodeaban: los de los gritos de la pareja de al lado, chillones, enérgicos, con ondas cortas y poco amplias, rasgadas, y la rapidez se mezclaba con mis ondas sonoras que decían: un caféeeee. El taburete era duro, esa dureza despertó la dureza de mis muslos, en los que rebotaban parte de las olas que provocaba el eco del aroma del café. Cuando volví del viaje, me lo tomé y, sin querer ni dejar de querer, le dije a la pareja de al lado: pronto soñaremos despiertos. Me miraron desconcertados y entonces volví a viajar. Tras este segundo viaje hablamos sobre tantas cosas que no las quiero recordar todas. Entre otras, sobre el atardecer.
Hoy es de nuevo miércoles, hace un rato he viajado de nuevo. A las cuatro y veintitrés me comenzaron a hablar. Era un lenguaje gestual, inmóvil, de fotografía movida. En este viaje mi pie izquierdo tiene calor, mi pie derecho está en reposo, mi cuerpo se apoya en el sillón y mis dedos teclean mientras sigue agitándose la palmera al viento de levante y las estrellas rojas de la puerta van decadentes perdiendo puntas. En este viaje el canto amortiguado de los pájaros por los cristales de la tarde de siesta ha entrado en mi salón y una mariposa blanca se ha cruzado con él. Hasta que me mueva no terminará. Nada más que este intervalo cabe hasta el nuevo transporte que me llevará a otra parte. ¿Entonces?
Pienso que a veces no he viajado estando de viaje. He tapado las orejas, cerrado los ojos, me he puesto una pinza en la nariz,guantes de lana, y he guardado la lengua.Curiosamente yo esto no lo he sabido hasta ahora ni yo hacía nada para que sucediese. Alguien que me habita lo hacía por mi. Y entonces se me acortaba la vida, la vida de viaje. Repito, para que quede claro, que esto no lo sabía yo hasta hoy porque la llamada es constante pero si me pongo tapones y manos sobre las orejas no la escucho.
Conocí en este viaje que os cuento la disposición de las sillas del salón en torno a la mesa azul, su diálogo y su movimiento. Fueron la primera llamada. También la coquetería de la cortina blanca dejando ver impúdica la gran cristalera, el descuido del sofá beige, sus arrugas siendo aún tan joven. Me admiró la caracola que se posa sobre la cáscara de mejillón en la bandeja de la mesa ovalada, y pude llegar a a transportarme hacia las fibras de plástico entrelazadas del jarrón vacío hasta que mi mirada perdió la noción de invidivualidad en ellas y las atravesó. Todo mi cuerpo gozó de la transformación de ser malla de fibra de plástico vista con los ojos entornados.
No he querido sacarle fotos a nada, así que sabiendo que es como os lo cuento, en vosotros cabe la posibilidad de creerlo o no creerlo. Lo más recomendable es que os quitéis las manos de las orejas.
El top ten del viaje de hoy ha sido, sin duda, la relación entre las sillas de la mesa azul: cómo se miran, cómo se escuchan, qué pacíficas se las ve y que cercanas sin casi tocarse; las dos de la izquierda, porque la de la derecha observa, pero sin participar. Está presente desde la distancia. A las otras dos no les falta de nada, les sobra hasta el tiempo, redondeadas, permanentes, con su malla de plástico apoyan sus cabezas suavemente sin perderse, la una en la otra, sin tocarse. Se aman. Eternamente se aman en este instante constante.
El resultado ha sido que al haberme convertido en malla de jarrón ovalado, todas las palabras que estaba tecleando durante el viaje se han esfumado así que tal vez todo esto que escribo se haya ganado para siempre, porque perdido no se puede haber perdido.
En este sincesar viajero me gano a cada instante y me olvido de mi también en cada uno de mis viajes. Hoy se han vuelto a suceder más lentos, sólo dos. Durante esta semana he sido tantas personas distintas al volver como la misma que se ha mantenido.
El secreto de renacer. Todo es siempre nuevo. Nada permanece ni llegamos del todo a ello en cada movimiento o silencio. Uno siempre es nuevo. Y nada añoro ya de lo que ya no está. No pienso en los viajes, sólo en el poso que me queda dentro y me deja vibrando, no pienso en el antes de los viajes ni tampoco en el después. Me dejo viajar y ahí encuentro mi mundo, que siempre ha estado, un mundo en el que la armonía eterna nunca es una, sino muchas sucesivas, recién llegadas, aquel del que había desconfiado durante unas semanas y que, gracias a la llamada, me ha sido devuelto y me hace fluir por el buen camino del amor.

miércoles, 1 de abril de 2009


Rosa, rosita


Rosa, rosita había heredado el talle de su yaya, el porte de su padre y el genio de su madre Tomasa. Rosa, rosita movía las caderas con la suavidad de los pétalos, desprendiendo sensualidades que se enrollaban en las fragancias de sus entresijos y en los rizos abiertos de una melena que balanceaba con el orgullo de hembra bien plantá.

Bien plantá la llamó Manuel pa sacarla a bailar y pedirle de novios.
Bien plantá llegó al altar con su cara lavá de blanco virginal
Bien plantá pa hacerle un hijo y otro y otro y lavarle, y coserle, y tenerle la casa repercujía y hacerle las faenas de la huerta y aviarle los bichos del corral, y cuidarle al padre cuando enfermó y aguantarle los soplidos a la suegra y los rencores a la cuñá y hasta las miradas sedientas de Benigno, el del colmado, cuando encubría su deseo maloliente en la frase de ansiedades reprimidas , tú pagas en la tienda porque quieres, si tu quisieras…

Bien plantá pa seguir a su marido en ese tren que les llevaba a una nueva vida. Allí les esperaba su hermano, Gervasio, que llevaba ya dos años en aquel pueblo de Alemania –Osterah- y que contaba maravillas de su situación: en la fábrica se trabajaba con camisa blanca, impoluta; el sueldo era increíble más de cuatro veces lo que ganaban en el pueblo –les daría para ahorrar y volverse enseguida a España a poner una ferretería en Jaén como siempre habían planificado-; ¡todo estaba tan nuevo y tan bien hecho! –ya se sabe la tecnología alemana era la mejor del mundo-; las mujeres podrían ayudarles trabajando por horas en casas alemanas dónde sólo había que limpiar sobre limpio; había pistas de deportes para los chicos y colegios con aulas por edades, y calefacción central en todas las viviendas y… Allí…

Allí se plantaron y la tierra estaría enriquecida pero la bien plantá no agarró, comenzó a sesgarse, la melena se enrareció y se le blanqueó, se le cayeron los pétalos de las caderas por los enormes zapatones para el frío alemán que le daban un andar renqueante y su mirada se agrisó de veladuras hechas de silencio. La había desplantao el desarraigo: desde el primer día se dio de bruces con el futuro al que ella no pertenecía, al que nadie la invitaba, dónde nadie la acompañaba.

¿Dónde estaba?, se decía cuando el trazado de las calles, los letreros, los escaparates, los semáforos …eran el escenario de un espacio que no descifraba;
¿Qué era aquello?, Para qué servían y cómo todos esos artilugios con los que tenía que trabajar diariamente para una señora de la que sólo conocía sus órdenes escritas en mensajes congelados de frigorífico que si no llega a ser por Gervasio no hubiera descifrado jamás…
¿Qué le decía la panadera?, ella quería pan, el que estaba allí enfrente, en los estantes, a su alcance, pero tardó varios días en conseguir que la dependienta adivinase cuántos necesitaba y otros tantos para asegurarse de que lo que le costaba era una barbaridad por un pan más negro que lo que se le estaba poniendo la vida.
¿Cómo se va a… ? ella era casi analfabeta. Su Manuel le había enseñando a firmar y conocía las letras pero ese maldita lengua no la descifraría jamás…además ¡Qué poca paciencia1 enseguida se enfadan: si cruzas la calle tiene que ser por dónde ellos piensan que hay que hacerlo; o te gritan por todo: cuando no pagas el billete del autobús – pero ¿dónde se compra?-, o cuando abres paquetes en el supermercado para ver lo que hay dentro –pero ¿Cómo voy a saberlo?...
Qué les pasó a los hijos?:
Madre ¿Por qué se viste así que parece una vieja?, ¿Por qué sigue haciendo esas comidas tan grasosas?, ¿Por qué no se corta el pelo?, ¿Por qué no quita esa radio todo el día con las mismas horteradas de las canciones del pueblo?, ¿por qué se pone el velo para ir a misa si ya no está en el pueblo?,…
Madre, le digo que voy a salir con estas pintas que la que está trasnochá es usted y que no me espere despierta o me arme un taco como el del viernes pasado delante de mis amigos porque me besen en la puerta o lleven el pelo largo o encarnao…le digo, que me deje en paz, que no me hable con esa lengua de país retrasado, que aprenda a ser como los demás…!qué mujer!

¿Dónde anda mi Manuel? Ya no viene a rondarme a la ventana porque aquí no se abren de par en par, ni recubren los besos robados las ropas colgadas al sol ¡Cómo le gustaba besar al Manuel en la azotea! Pero aquí no hay. Manuel sale tan temprano y llega tan cansado y cualquiera le quita de ir a escuchar radio internacional con los pocos del pueblo y menos si hay partido y juega el Madrid, o incluso el Albacete. Los domingos hace chapuzas y regresa más cansado todavía. Me ha comprado un televisor pero me aburre ver y ver y callar y callar…

Y allí va rumiando sus nostalgias, por allí van pasando sus recuerdos de rosa, rosita que ya parece que no le pertenecen, allí va quedándose como muerta en una vida a la que no la invitan, y velándose, velándose…desarraigándose de la existencia, olvidada.



martes, 17 de marzo de 2009

Poemas inmigración por MON

¿QUIÉNES SOMOS?
Somos cuerpo que alija agua salada,
Para mantener a flote las raspas.

Llevamos agolpada en la garganta
Cada parte que legalmente nos pertenece
Del cuerpo del mundo,
Cada parte que nos falta
Del alma...

Somos los huesos de los sonidos percutidos
De la música excitada
De los centros comerciales;
Anda. Come. Prueba. Viaja. Organiza. Si no pasa nada.Calla.Grita. Silencia.Compra.Rebélate. Protesta. Nunca más ni menos de la cuenta.
Trágate fervientes
energías vacuas,preciosa.
Pero Sin paladear.
Y de repente -Retozando en la orgía de las sensaciones- En la esquina de la puerta de Zara, nos preguntamos: ¿Quiénes Nos asfaltan?

Somos la carne de los días torbellino
Noches fiesta inicáticas. Mañanas que empiezan con renuevas esperanzas de que siendo todo igual el reloj de lo sólido se agite más lento... Y al final de otro día, dóciles indómitos- al abrigo del plumas nórdico de oca blanca- nos escuchamos eso de: Pero, vamos a ver, ¿quiénes son los que nos ponen en subasta?.

Y la voz potente, divina, de la tribu de dioses y diosas sigue susurrando:
Divertíos, gente chiquitita, morded, así, las experiencias
Sin dientes,
Viejas.
Que a nosotros no nos caben más.

Entonces entre esta hartura : respiras, inspiras, suspiras
Y se te aturde la vida
Sin hueco
Para balbucir las flores soleadas
Del mediodía

Os rogamos, os rogamos, seais quienes seamos
Que nos dejéis quedar en hueco,
Os ruego que me ayudéis a hacer añicos la fuente en la mesa de los excesos
Os rezo, oro a los Padres Nuestros de El Corte Inglés, de Ikea, del ING direct y Tvespañola de esta sociedad de la que no despego.
Os digo, os juro, que Me despecho.
Me deshecho contigo,
Europa,

y reviento.


¿DE DÓNDE VENIMOS?
Venimos de lejos
vacíos de materia manufacturada
Llenos de ansias
De rebosantes rezos y plegarias

Tragan para deshacer el nudo de la garganta
Agua salada,
Más tarde Fresas,
Aceitunas, horas largas.
Let it be. Déjalos ser

absorbidos desde la distancia
Se empapan, con impermeables cosidos en playas blancas.

Remesas de ganancia para nuestros bulímicos estómagos,
Blanco perfecto a nuestra Humana lengua que se curva y escupe, escapa.

Tú, África inmensa que arrojas y nos destapas,
Inocente nos has puesto un granito de arena blanca para convertirnos en vacías perlas desalmadas,
Que brillan impúdicas,desorientadas,
Al aire de nuestras rumiantes panzas de Vacas sagradas

¿Quiénes somos
nosotros y ellos?
¿O ellos? ¿Nostrellos, y ellotros? ¿O ellotros en nosotros?...
¿Cuáles de todos somos los otros?

Ni siquiera hay palabra.


¿A DÓNDE VAMOS?
Ondea el pañuelo de la paz
al viento de levante.
Mora de la morería
de Barbate.

jueves, 12 de marzo de 2009

Al hogar por JUANJO

Muros, techos, vigas, suelos. Esquinas desoladas, debajos de las camas. Todo un desorden en blanco y negro bien resguardado. Y el tiempo, ajeno a todo, se limita a pasar y a repasar con suaves trazos su absurdo devenir.
Al fin, una paloma gris anuncia tu llegada. El sol despierta. El tiempo ahora pasea por el salón. El amor propone un orden: encendiendo velas y adornando con mesas y estantes las flores que ahora abren. Aparecen los colores que juegan con la música y de la cocina parten guirnaldas de olor que se entrecruzan entre rojos y amarillos y rosas y azules...
El tiempo se detiene. Tú has llegado. Tus labios se funden con los míos, todo nos observa. Estamos en el corazón del mundo y late. Latimos porque, ahora, ya no somos más que hogar.





Ojos grandes como cielo
me miran, nos miran en silencio.
Sin palabras preguntan:
¿Qué estáis haciendo?
¿Dónde está la luz tenue,
el aroma del guiso,
el suave paño,
el calor del fuego?
¿Dónde suena el cuento de hadas.
mi canción triste?
¿Y mi caricia en la cara,
y mi beso?
¿Y mis primos, mis tíos, mis vecinos,
mis abuelos?
El bizcocho, la nata, los gatos,
el puchero.
Mi pijama, la alfombra, dulces mantas,
el trastero.
Un parchís en la estufa
mientras cae fuera un aguacero.
¿Dónde está todo eso?
Y sus ojos, abiertos, grandes como el cielo,
sin palabras preguntan.
Contestarles no puedo.

martes, 3 de marzo de 2009

Poemas al hogar por MON

Al NORTE y al sur. Al CAMINO de un hogar a otro.


DEL NORTE AL SUR

Se me queda la vida en silencio
como el agua.

Con un alfiler de hierba fresca
se me prende la tierra
a la planta del pie.
La emigro.

Va callada. Sin querencia.
Una pieza de bosque del norte
al sur,
caminando hacia la playa.

martes, 24 de febrero de 2009

Hogar. Por Tato Cort.

HOGAR

Hogar, dulce hogar, holgar, halagar. Pilar de civilizaciones, principio de comunidades, ciudades, naciones, imperios.
Todos los hogares no tienen iguales características. Hay hogares residenciales, con una urbanización bien estructurada. Buen alumbrado, con garitas y sus guardas en la entrada, cámaras de vigilancia para la protección, coches patrulla que cuidan de la seguridad y el descanso de los dueños. Club social, pistas de tenis, golf, piscinas. Bien comunicadas, con colecciones de coches en los garajes, cuidados por criados dóciles. En el interior de esas viviendas se siente la bonanza, la armonía, el confort con los últimos adelantos de la ciencia y la técnica. Con calefacción central, con chimeneas francesas alimentadas de maderas nobles crepitantes, muy decorativo... Hay frigoríficos repletos de variación, sin productos caducados, con proteínas. En las comidas, con todos los cubiertos y vajilla, sobre manteles bordados, atendidas por sirvientes. Todos los alimentos de huerta con abonos naturales, sin pesticidas, trabajados a pulmón.
Siempre se deja algo en el plato, para no mostrar hambre y si un cierto derroche. No se alza la voz.
Estas mansiones están decoradas por estilistas de moda con esculturas y cuadros de artistas que salen en los libros, mullidas alfombras, amplios sofás forrados de pieles de animales protegidos. Con camas ergonómicas, con cuartos de baño de diseño, con todo lo indispensable para mantener una buena higiene y estética adecuada, con gimnasios para mantenerse en forma, con desayunos copiosos y reconfortantes y poder afrontar los problemas de la vida.
En todos estos espacios se huele a opulencia, a buena inversión, educación, respeto y a diferencia. Cuidados por una tropa de servicio selecto, fiel.
Hay otras residencias, en los ojos de los puentes. Muy bucólicas, pero inseguras, frías en invierno, calurosas en verano, con riesgo a desaparecer en las noches de crecida (del río). Sin cuarto de baño, ni lavadora, ni secadora. Con agua corriente, eso si. Sin cocina ni frigorífico ni calefacción, pero con cajas de cartón y hogueras que proyectan en las noches de pesadilla, sombras de matones con porras, pistolas y gasolina. Cuidado, no se vaya a ahogar en el hogar.
Si la publicidad, esa luz proyectora del poder y mercado, se pudiera zarandear y trastocar, obteniendo resultados aleatorios, reveladores de otras realidades cercanas, podríamos descubrir carteles anunciadores, tan insultantes, como: “ciudad dormitorio en el polígono sur, para la get set”, “zonas residenciales en la sierra para los sin papeles”, “Hangar de chapa de bidón y hogaril individual para ejecutivos alto standing. Aparcamiento gratuito. Zona Campamento”. “Nueva promoción en las Mil viviendas con club de tenis, campo de golf, pistas de polo, solo para indigentes”.
“Goce de la digital con pantalla de 30 pulgadas de plasma, junto a la hoguera, en casas bombardeadas”. “ Club Náutico para inmigrantes. Embarcaderos, equipados con todos los servicios. Dentro del recinto, apartamentos construidos y amueblados según técnicas feng-shui. Hogar en los salones. Sauna, para rápida rehabilitación de la hipotermia, restaurantes con la nueva cocina de vanguardia, con productos ecológicos para desnutridos de largas travesías. Servicio esmerado a cargo de blancos con título universitario. Semanalmente se realizarán actividades recreativas como, fiestas de bienvenida a nuevos apresados. Cursos para patrones de pateras, técnicas de rescate, navegación, natación; windsurf y vela, moto acuática, regatas, entrega de trofeos. Sala de proyecciones. Exposiciones de fotografía sobre la hambruna en los países de pertenencia. Reportajes sobre la violencia mas cruenta en los países de origen y la seguridad de los de acogida. Debate sobre las diferencias existentes. Aportar distintos puntos de vista para posibles soluciones y relaciones comerciales en el futuro. Conferencias de integración sobre la cultura, religión y costumbres del país de acogida. Consumo, derroche, moda, ostentación. Cursos rápidos de codicia, gula, etc. No se admiten socios blancos,
Los contrastes hogareños mas dispares los vemos al hojear revistas, cuando se juntan se juntan en sus páginas. La chabola en un paisaje polvoriento con la pobre madre de color, consumida y en harapos, con el niño esquelético, mamando de una teta vacía. En la siguiente página la modelo sana, radiante, bien nutrida, en una villa con vistas al Mediterráneo, con el niño rollizo, limpio, deleitándose con la papilla de su marca preferida. Mas allá el descapotable amarillo, rumbo al hogar paraíso etc.
Es tan fácil entrar en el juego de los vencedores, los privilegiados, el despilfarro y en el olvido intencionado de los desfavorecidos, que todo lo que nos recuerda la miseria de otros, nos sirve de vacuna contra esa miseria que no queremos, ni compartir, ni erradicar.
Hay gente buena, que se dedica a ayudar a los pobres de países lejanos, ricos en materias primas, con los excedentes de la producción occidental. Se organizan cenas lujosas contra el hambre, en las que solo participa la crema de la crema social. Todo esto desgrava, pero ayuda poco a los pobres a remediar sus problemas estructurales.
Rezamos para seguir en la parte superior de la pirámide social, y nos convertimos en despiadados cuando tratan de despojarnos de nuestros “logros consolidados”.
Antes un conflicto sangriento, que quedarnos sin calefacción, que para eso pagamos un ejercito con el sudor de nuestros impuestos.
Todos perseguimos la idílica imagen de un hogar confortable, seguro, en el que reine la paz y el amor. Como lo zabe...¡insh!
tatocort@yahoo.es

Junto al MAR. Tato Cort.

BESOSS... ALLA2


En el Atlántico vi el marrón miel jaspeado de tus iris frente al sol de la tarde, buscando besos salados.


Los cuerpos entrelazados en transparencias verdosas, persiguiendo los calores de los colores en las pieles mojadas. En las bocas.


Mas tarde sentimos el naranja del sol, cayendo sobre el Tajo, desapareciendo en su estela luminosoa, dorada y húmeda, rodeada de violetas, rojos y azules. Mucha gama.


Siempre hay una primera vez, en que ves el verdadero cromatismo de los ojos con toda su intensidad y se te queda con su entorno, en la memoria.


Ahora con ese recuerdo y la cadencia sambosa de Joao Gilberto, está tu abrazo apretado, tu beso caliente y eterno, tus bocas, mis lenguas, las salivas, tus viscosidades sazonadas de proteínas y feromonas.


Nuestra comunicación a través de pieles texturadas y carnes palpitantes, los pliegues en máximas superficies jugosas. Fricción, presión, torsión, retroceso. Necesidad del máximo contacto. Ansias en los cuerpos y las almas.


Ya llega el pulso duro, la fruición, la dopamina, el sudor transmisor de emociones electrificadas y olores densos, el cruce de miradas con pupilas dilatadas, bocas circulares, ojos en blanco.


Jadeos, gemidos, los muelles del colchón y otros sonidos, la samba, entran en resonancia con el todo. Nos envuelven y caldean con sus ondas invisibles, avivando la sangre y el pulmón.
La intuición genética nos lleva a movimientos en hélice, con mil variantes, conectadas a las primeras vidas.


La decisión está tomada; pérdida de conciencia, la oxitocina nos inunda, el espasmo involuntario, el gesto desconocido, el rugido incontrolado. El dragón... ya lo estamos cabalgando.


Todos mis yos celulares derramados en ti, acariciando tu intimidad mas profunda, en un frenesí de inútil recorrido.


Después el sosiego, la ternura, la contracción, el suspiro, la bonanza. La pequeña muerte... el horizonte.


Luego el adiós, el lo siento, yo soy así, la improvisa de compromisos pendientes y cancela de los nuestros. Siempre estás cambiando mis planes por los tuyos. Los por qués. El beso furtivo, la huida acelerada.


Desde la ventana, se aleja, se funde en el juego de los niños, en la calle.
Entonces aparecen las olas que ahí estaban, el gris violáceo marino, los cúmulos sonrosados y lejos al otro lado del Océano, las primeras luces nocturnas en Marruecos... el horizonte.

tatocort@yahoo.es

jueves, 22 de enero de 2009

BAUTISMO PAGANO por M.J.Soriano






Bautismo pagano

Amaneció el día tiñendo de azafrán la marisma, acariciando los esteros que tremolaban de luces. Las salicornias mostraban impúdicas sus encendidos tonos.
Se humedecía el ambiente de aires conyugales.
Los píes se estremecían.
Las olas alisaban la arena virgen de huellas invasoras
se iba despertando poro a poro una piel
que deseaba
y rechazaba el tacto de caracola.
Me sumergí en un baño iniciático de místicos amores
con el azulverdoso del mar,
con la madrugada transparente.
Entre humedades canópicas
mi cuerpo volvía
y me traía,
renacía.