miércoles, 17 de junio de 2009

EL TIEMPO EN EL RELOJ por Belén Hernández

Habíamos quedado en vernos en el bar de Duque de Pastrana, sobre las 7 de la tarde. Era octubre.
Hacía dos días que habías vuelto de Cuba, donde habías pasado tres meses con la beca de ingenieros y que, además de iniciarte en la experiencia profesional, te permitió ahondar en la sexual… que tan contento te ponía…. no sé si de forma irremediable, como yo sentía; realista, si aceptaba el momento de tu vida, la edad y el lugar que visitabas; y oportunista, como tú lo habías vivido…. como era lógico por otra parte.

Habíamos empezado nuestra historia en el mes de julio, fortuita y contradictoriamente a la experiencia y a una de mis frases elegidas y que tanto mencionaba por aquel tiempo “en la noche madrileña, amigos, lo que se dice amigos, no se hacen”.
Yo con mis amigas, tú con tus amigos, y salvamos la diferencia vital que nos separaba 4 años, en la que yo era la veterana, realidad de la que por otra parte intentaba olvidarme para no sentirme aturdida, avergonzada, confusa…. qué tontería!!!!... siento ahora con el paso del tiempo.

Y nos volvimos a ver en ese bar a tu regreso. Nos saludamos torpemente, sin saber muy bien cómo hacerlo, qué orden darle a nuestro cuerpo, dónde iría a caer el beso en la mejilla, en la boca o en el aire….

Y empezaste a contarme tu viaje, tus fotos, tus aventuras … y mientras te escuchaba empecé a sentir el irremediable e infinito espacio que había entre nosotros, la distancia, insalvable ya, de nuestras vidas… la pérdida inevitable de mi inocencia.

Y tras mucho rato de tu euforia y pavoneo, por fin, ligeramente, como una pregunta que lanzas al aire y que no te importa realmente la respuesta, me dijiste: … “y tú… ¿cómo estás?”

Y cuando intenté recomponerme de la situación y contarte sinceramente cómo me encontraba, cómo me había sentido esos tres meses en tu ausencia, los miedos, los fantasmas, las realidades, la sensación escasa y presente de que se nos iba de las manos lo que nunca tuvimos, de que se disolvía lo que nunca tuvo mucha importancia…. en ese momento miraste el reloj, mientras yo intentaba abrir mi alma, miraste el tiempo en el reloj con el deseo de que acabara cuanto antes todo ese rollo mío que no sólo no te interesaba, sino que te aburría sobremanera y que además interrumpía tu bienestar, tu intención de seguir pasándotelo a lo grande, que te estaba estorbando mi discurso porque ya no se hablaba de ti, y además te estaba resultando molesto.

Y en ese mismo momento, en el mismo instante en que miraste el tiempo en el reloj, me di cuenta de la gran mentira de tu vida y de mi vida.

Sentí que tú no me mirabas a mí, me mirabas como si yo fuera un espejo, tu espejo, y yo estaba en función de la imagen que te devolvía de ti mismo, nada más que eso te importaba. Y al verlo tan claramente en ti, me di cuenta de que yo estaba haciendo lo mismo, sólo querer que me devolvieras una imagen de mí misma preciosa, ideal exquisita, excepcional, UNICA.

Pero no nos mirábamos, éramos dos narcisistas a la deriva, y lo mejor o lo peor de todo es que no nos importábamos.
Y en ese momento, al mirar tú el tiempo en el reloj me di cuenta de la lección de mi vida, de que eso no era amor, de que amor no es mirarse uno en el espejo que el otro le refleja… sino mirarse a los ojos e intentar comprender al otro desde la historia personal que explica su mundo.
Amor no es mirar el tiempo en el reloj deseando que se acabe el momento en que el otro le abre a uno el alma.

Y desde aquel día… ya no miro el tiempo en el reloj…. porque no llevo.

1 comentario:

  1. dos espacios, dos tiempos...dos historias que no se encuentran porque cada uno la ha vivido en otro tiempo...si es que el tiempo es relativo, lo dicen los sabios...en fín, ¿llegaremos a comprender el tiempo del amor, de la indiferencia, del desamor...o estas realidades no encajan temporalmente...
    MJ

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