miércoles, 1 de abril de 2009


Rosa, rosita


Rosa, rosita había heredado el talle de su yaya, el porte de su padre y el genio de su madre Tomasa. Rosa, rosita movía las caderas con la suavidad de los pétalos, desprendiendo sensualidades que se enrollaban en las fragancias de sus entresijos y en los rizos abiertos de una melena que balanceaba con el orgullo de hembra bien plantá.

Bien plantá la llamó Manuel pa sacarla a bailar y pedirle de novios.
Bien plantá llegó al altar con su cara lavá de blanco virginal
Bien plantá pa hacerle un hijo y otro y otro y lavarle, y coserle, y tenerle la casa repercujía y hacerle las faenas de la huerta y aviarle los bichos del corral, y cuidarle al padre cuando enfermó y aguantarle los soplidos a la suegra y los rencores a la cuñá y hasta las miradas sedientas de Benigno, el del colmado, cuando encubría su deseo maloliente en la frase de ansiedades reprimidas , tú pagas en la tienda porque quieres, si tu quisieras…

Bien plantá pa seguir a su marido en ese tren que les llevaba a una nueva vida. Allí les esperaba su hermano, Gervasio, que llevaba ya dos años en aquel pueblo de Alemania –Osterah- y que contaba maravillas de su situación: en la fábrica se trabajaba con camisa blanca, impoluta; el sueldo era increíble más de cuatro veces lo que ganaban en el pueblo –les daría para ahorrar y volverse enseguida a España a poner una ferretería en Jaén como siempre habían planificado-; ¡todo estaba tan nuevo y tan bien hecho! –ya se sabe la tecnología alemana era la mejor del mundo-; las mujeres podrían ayudarles trabajando por horas en casas alemanas dónde sólo había que limpiar sobre limpio; había pistas de deportes para los chicos y colegios con aulas por edades, y calefacción central en todas las viviendas y… Allí…

Allí se plantaron y la tierra estaría enriquecida pero la bien plantá no agarró, comenzó a sesgarse, la melena se enrareció y se le blanqueó, se le cayeron los pétalos de las caderas por los enormes zapatones para el frío alemán que le daban un andar renqueante y su mirada se agrisó de veladuras hechas de silencio. La había desplantao el desarraigo: desde el primer día se dio de bruces con el futuro al que ella no pertenecía, al que nadie la invitaba, dónde nadie la acompañaba.

¿Dónde estaba?, se decía cuando el trazado de las calles, los letreros, los escaparates, los semáforos …eran el escenario de un espacio que no descifraba;
¿Qué era aquello?, Para qué servían y cómo todos esos artilugios con los que tenía que trabajar diariamente para una señora de la que sólo conocía sus órdenes escritas en mensajes congelados de frigorífico que si no llega a ser por Gervasio no hubiera descifrado jamás…
¿Qué le decía la panadera?, ella quería pan, el que estaba allí enfrente, en los estantes, a su alcance, pero tardó varios días en conseguir que la dependienta adivinase cuántos necesitaba y otros tantos para asegurarse de que lo que le costaba era una barbaridad por un pan más negro que lo que se le estaba poniendo la vida.
¿Cómo se va a… ? ella era casi analfabeta. Su Manuel le había enseñando a firmar y conocía las letras pero ese maldita lengua no la descifraría jamás…además ¡Qué poca paciencia1 enseguida se enfadan: si cruzas la calle tiene que ser por dónde ellos piensan que hay que hacerlo; o te gritan por todo: cuando no pagas el billete del autobús – pero ¿dónde se compra?-, o cuando abres paquetes en el supermercado para ver lo que hay dentro –pero ¿Cómo voy a saberlo?...
Qué les pasó a los hijos?:
Madre ¿Por qué se viste así que parece una vieja?, ¿Por qué sigue haciendo esas comidas tan grasosas?, ¿Por qué no se corta el pelo?, ¿Por qué no quita esa radio todo el día con las mismas horteradas de las canciones del pueblo?, ¿por qué se pone el velo para ir a misa si ya no está en el pueblo?,…
Madre, le digo que voy a salir con estas pintas que la que está trasnochá es usted y que no me espere despierta o me arme un taco como el del viernes pasado delante de mis amigos porque me besen en la puerta o lleven el pelo largo o encarnao…le digo, que me deje en paz, que no me hable con esa lengua de país retrasado, que aprenda a ser como los demás…!qué mujer!

¿Dónde anda mi Manuel? Ya no viene a rondarme a la ventana porque aquí no se abren de par en par, ni recubren los besos robados las ropas colgadas al sol ¡Cómo le gustaba besar al Manuel en la azotea! Pero aquí no hay. Manuel sale tan temprano y llega tan cansado y cualquiera le quita de ir a escuchar radio internacional con los pocos del pueblo y menos si hay partido y juega el Madrid, o incluso el Albacete. Los domingos hace chapuzas y regresa más cansado todavía. Me ha comprado un televisor pero me aburre ver y ver y callar y callar…

Y allí va rumiando sus nostalgias, por allí van pasando sus recuerdos de rosa, rosita que ya parece que no le pertenecen, allí va quedándose como muerta en una vida a la que no la invitan, y velándose, velándose…desarraigándose de la existencia, olvidada.



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